Descartes es el primer filósofo de la modernidad que, aún habiendo recibido una gran influencia de la doctrina católica y ateniéndose a ella en último término, fue capaz de pronunciarse sobre la preponderancia del sujeto frente al objeto. Recuerdas, ¿verdad? al final de la duda metódica, lo único que le quedaba al filósofo era la certeza innegable de que era él quien dudaba: pienso, luego existo. Aún así y reconociendo la primacía del sujeto frente al objeto. Descartes otorgó entidad real al objeto. Y digo esto de entidad real al objeto porque precisamente toda la influencia cartesiana en la filosofía posterior ha rondado este asunto sobre, en primer lugar: la primacía o no primacía del sujeto; y segundo, sobre el grado de entidad que se puede o no conceder a lo real.
El autor al que puedes citar y que refleja con mayor claridad y radicalidad este problema es Husserl. Ya sabes, porque lo hemos recordado varias veces en clase, que su posición filosófica, llamada fenomenología, no sólo concede primacía al sujeto sino que considera que lo real (objeto) no es más que los contenidos de la propia conciencia. Este sujeto-conciencia es quien de alguna forma concede valor de realidad al objeto.
Incluso puedes mencionar seguidamente al mismo Ortega, que bebió también de las fuentes de la fenomenología, para decir que en el filósofo español se encuentra el equilibrio entre la propuesta cartesiana y la husserliana. Husserl no admitió esa reciprocidad entre los sujetos que defendió Ortega cuando de lo que se trata es de alcanzar la Verdad. Para el filósofo alemán la Verdad es una cuestión individual, mientras que para el filósofo madrileño, la Verdad (con mayúsculas) es una cuestión colectiva, aunque cada uno tenga sus circunstancias, su verdad (con minúsculas).